Por: Randy Alonso Falcón
Plan contra Plan, como nos enseñó Martí y practicó magistralmente Fidel. El de ellos, asfixiarnos, dividirnos, enconarnos. El nuestro, unirnos, fortalecernos, revolucionarnos.
El bloqueo, como el dinosaurio -con toda su alevosía-, sigue ahí y hace mucho daño; pero, no es momento para el pesar y los lamentos; es tiempo de cambiar lo que debe ser cambiado, sin abandonar los principios ni la historia.
Frente a las medidas punitivas del imperio y las listas espurias como factores de presión, frente a la mentira y el odio como práctica política, Cuba responde con inteligencia y aplomo, mirando hacia adentro para calibrar las fuerzas propias y nuestras reservas, actuando con audacia y valentía, poniendo el visor en las metas de desarrollo y no únicamente en las medidas de contingencia, añadiéndole aliento nuevo al programa de transformaciones económicas y sociales emprendido desde el VI Congreso del Partido.
El Gobierno cubano, alimentado del contacto directo y permanente con su pueblo, – escuchando a la gente en las calles, al obrero en la fábrica y en su Congreso sindical, al campesino en el surco, al estudiante en la Universidad –, ha venido desbrozando caminos, enderezando entuertos, buscando renovadoras maneras de hacer. La última semana permite aquilatar el valor y el impacto de los cambios que se implementan y de los que están por venir.
Una estrategia económica más osada y realista aprobó el Consejo de Ministros, a partir de lo visto por todo el país, echando a andar nuevas medidas, consensuadas con sectores de la academia, y otras ya estudiadas que no habían avanzado en su concreción práctica. Pasos de descentralización económica, prioridades a la industria y la producción nacional, flexibilización y estímulo a la exportación, mayores posibilidades de interrelación entre los actores económicos estatales y no estatales,la dinamización del desarrollo municipal y local como base de la gestión de gobierno, ordenamiento del comercio interior para frenar la fuga de dividas, están entre las decisiones adoptadas.
Ya antes, desde principios de junio, se había convocado a un ejercicio transformador y verdaderamente participativo para conformar el Plan de la Economía 2020, cambiando la práctica de elaborarlo de arriba hacia abajo, por un método que involucra primero a los trabajadores y los colectivos, conocedores de las reservas de producción, calidad y eficiencia con que se cuenta.
Junto a ello, con sabiduría, se ha mirado a la experiencia pasada. Nada gratuito es, en estos tiempos difíciles, la decisión de rescatar como referencias las dos Directivas del Comandante en Jefe para el Período Especial y el propósito de llevar a la agenda económica prácticas positivas que se hicieron durante aquellos años (como la experiencia de FINATUR), y que después fueron abandonadas.
Y cuando más lejos parecía la posibilidad, vino el golpe de audacia de romper el vicioso círculo que alejaba cada vez más los salarios del sector estatal (el presupuestado sobre todo) de los precios en ascenso de productos y servicios. Es el primer paso de una transformación más radical, en un proceso ya diseñado, que incluirá – como anunció el Presidente en su intervención en Pinar del Río –, una reforma salarial integral, reforma en la política de precios, eliminación de subsidios y la imprescindible unificación monetaria y cambiaria.
Es la misma audacia con que Díaz – Canel le habló a nuestros intelectuales y artistas en el recién concluido Congreso de la UNEAC: convocándolos a la defensa del proyecto socialista de nación, a la salvaguarda renovada y renovadora de la Política Cultural de la Revolución, confrontando inamovibles prácticas, llamando a las cosas por su nombre, instando a la acción y al enriquecedor pensamiento colectivo, clamando por un combate contra la indecencia y la incultura, el mercenarismo y la banalidad.
Ahí está su cuestionador enfoque a las prácticas establecidas en la relación entre cultura y turismo y su crítica a las instituciones y empresas de la cultura; las primeras, por maneras burocráticas y falta de profesionalidad que las colocan por detrás de los creadores; las segundas, por insuficiencias en la producción, promoción y comercialización de nuestra mejor creación y por prácticas de parasitismo que favorecen la corrupción e impiden un mayor aporte de la industria cultural al Producto Interno Bruto del país.
Los vítores del selecto auditorio de artistas e intelectuales presentes en la cita muestran el respaldo que tienen esos llamados a cambiar los modos de hacer y la necesidad de atender las legítimas aspiraciones de los creadores.
Por ese camino anda la nueva política para fomentar la creación cinematográfica y audiovisual, hecha pública el pasado jueves, surgida precisamente del empeño, las propuestas y aspiraciones de los creadores, en diálogo crítico y enriquecedor con las instituciones.
Cambios ordenados también experimenta el Partido, consecuente con lo acordado en su VII Congreso de fomentar “una renovación sistemática” que garantice “la vitalidad y continuidad de la dirección de nuestro proceso revolucionario”. Nuevos primeros secretarios fueron electos en Camagüey y Las Tunas la pasada semana. Antes había cambiado las direcciones partidistas en Matanzas, Cienfuegos, Villa Clara, Ciego de Ávila y la Isla de la Juventud. Compañeros más jóvenes han asumido esas complejas responsabilidades, y los más experimentados que concluyeron pasan a reforzar el Gobierno y la administración en nuevas tareas.
Vienen ahora días de Asamblea Nacional del Poder Popular, que llegarán signados por el inédito escenario de debate de tres importantes proyectos de leyes en una misma sesión ordinaria del Parlamento cubano. Nuestro poder legislativo también se mueve a tono con los tiempos.
Han sido días de remecimientos y optimismo. Una Revolución necesita alimentarse permanentemente de la renovación y la autocrítica, junto a la autoafirmación y la experiencia acumulada; una relación dialéctica de sanas y humanas aspiraciones con las realidades insoslayables. El positivo ambiente en nuestro pueblo por estos días refleja el consenso alcanzado por una gestión de gobierno sistemática y audaz, energizante y transformadora, basada en el pensamiento y el análisis, con ciencia como soporte y capacidad de comunicación, donde se enfrenta la inercia, la indolencia, la burocracia, la chapucería, el descontrol, la insensibilidad y desatención a los problemas de la población.
La nueva generación que asumió hace apenas un año la dirección del Estado y el Gobierno ha mostrado su capacidad de liderazgo, su sentido del momento histórico, su fidelidad al pueblo y a nuestra historia. Aunque mucho falta por hacer, y hay conciencia de ello.
De raíz martina y esencia fidelista ha de ser el pensamiento en estos tiempos de Revolución. El Apóstol nos conminó a ejercer la política “… que tiene por objeto poner a un número de hombres en condición de ser felices por el trabajo y el decoro”. Por ahí andan las claves de nuestros cambios. Acompañarlos con nuestro esfuerzo y entrega será imprescindible para el éxito.
(Tomado de
Cubadebate)