Confundir los márgenes con la sociedad en su conjunto no es honesto




Por Roberto Smith de Castro

Hace pocas semanas, desde la presentación del filme El rey de La Habana en el Festival de Cine de San Sebastián, varios medios de prensa han publicado declaraciones del director y de la productora en las que argumentan que la película no pudo rodarse en La Habana por prohibiciones o negativas del Gobierno y que actualmente está prohibida su exhibición en Cuba.
Creo que no solo es importante un comentario al respecto, sino ampliar la información que podemos ofrecer desde el ICAIC.

Efectivamente, desde el principio del Festival de San Sebastián, la información publicada sobre la película comienza a subrayar que la misma, basada en una novela del escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez y con una historia netamente habanera, no había podido filmarse en La Habana. En algunos medios, la información adquiere un tono fuerte, diríamos que belicoso contra Cuba.

El director, por su parte, ha defendido en varias entrevistas su intención de visibilizar los márgenes de la sociedad cubana en medio de la crisis económica de los 90. Para un creador como Villaronga, a quien le interesan los extremos, esta es una intención legítima. Sin embargo, en una entrevista se dice que el director considera que Cuba es el burdel de Europa. De ser cierta esta declaración, se trataría de una ofensa imperdonable. Confundir los márgenes con la sociedad en su conjunto no es honesto.

Si analizamos la información reciente sobre la película, vemos que por un lado, aparecen varias críticas de cine que señalan sus limitaciones artísticas, aun cuando la actriz cubana Yordanka Ariosa obtiene el prestigioso premio Concha de Plata de San Sebastián. Por otro lado, se advierte el incremento de otros comentarios y declaraciones descalificadoras contra nosotros. Por supuesto, a estas se suman la que provienen del grupo que siempre ataca a la institucionalidad cubana. Tal pareciera por la insistencia, que el marketing de la película, más que en su mérito cinematográfico, se apoya en la victimización del proyecto por autoridades de nuestro país. Siguiendo una matriz de opinión habitual, pero muy simplificadora, los medios no dudan en afirmar que la negativa al rodaje de la película es una decisión de Gobierno.
¿Qué sucedió en realidad? Otros podrán hacer su propia historia, pero explico la nuestra que además, está respaldada por pruebas documentales.
A finales de 2013 llega al ICAIC el proyecto El rey de la Habana, avalado por el enorme prestigio de su guionista y director, Agustí Villaronga. Este importante realizador había presentado en Cuba su extraordinario filme Pá negre y en sus contactos en nuestra institución, había mostrado agudo talento y simpatías por nuestro país.
El proyecto fue presentado con una solicitud de apoyo del ICAIC para comenzar el rodaje en breve tiempo. Por escrito, la solicitud fue respondida con la explicación de por qué no era posible la participación de nuestra productora Audiovisuales ICAIC en un plazo tan corto y coincidiendo con el desarrollo de otros proyectos. La respuesta añadía nuestra disposición de recibir personalmente a Villaronga.
Posteriormente, Villaronga solicita una entrevista con el Presidente ICAIC en la que se le explica con claridad que ese proyecto no era posible, ni interesaba a nuestra Productora. Sin dudas, es un derecho de cualquier productora del mundo, decidir los proyectos  que produce o no produce, sin ninguna participación de su Gobierno.  Se pueden añadir otros detalles conversados al calor de un encuentro, que aún con el resultado negativo para el director, se desarrolló en un clima de respeto profesional.
Poco después apareció la información de que el filme sería rodado en República Dominicana. Hasta la víspera de su presentación en San Sebastián, no recibimos ninguna otra información que asociara al filme con su no rodaje en La Habana. Al menos para nosotros, súbitamente, aparecen este tipo de declaraciones, incluso amenazantes, sobre lo que sucedería si no se presentara en el Festival de La Habana o si no se exhibiera en los cines de Cuba. Algunos medios aseguraban que la película estaba censurada en Cuba. Paradójicamente, el filme ni siquiera había sido inscrito en el Festival por sus productores, ni nadie lo había ofrecido para su exhibición en el país. Es decir, fuimos acusados por no haber acogido el filme en su rodaje y por lo que presuntamente haríamos después.
Sin dudas, estamos ante una situación en extremo penosa. Un gran director a quien continuamos admirando por su obra anterior, sobresalientes artistas, actores y actrices cubanos, una actriz premiada por su actuación, un filme que no importa si está o no logrado artísticamente, todo mezclado en una atmósfera malsana que apunta contra la institucionalidad cubana y contra nuestro país.
Al margen de los medios, de las declaraciones y las críticas, serán los públicos los que decidan si el filme es una exploración artística de los “sin voz” o un espectáculo morboso que explota el dolor ajeno. En relación a nosotros, hace tiempo dejamos de ser los indígenas que podíamos ser exhibidos en las cortes europeas.
Tomado de Cubacine



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