Las razones de los bailarines

(Tomado de OnCuba)
16 junio, 2014
Por Laurent Cleto

A Jaime Reytor le cuesta asumirse como el protagonista de su propia historia. Y la repite una y otra vez, con la precisión de una maquinaria inglesa. Aún no la cree. Primero una llamada, luego el temor, la imaginaria persecución de los directivos del Ballet Nacional de Cuba (BNC), la solicitud de huellas en la Sección de Intereses, una visa a Puerto Rico, el dinero prestado por una prima, la compra de un boleto de avión, la fuga en el último vuelo Habana-Miami, el señor sin nombre que lo dejó dormir en su casa, el amigo que lo acogió en Phoenix, Arizona.


Aún cuando en su decisión, supongo yo, late una sensación de vacío, Jaime confesó a OnCuba sentirse simplemente feliz. Por el momento, el noveno bailarín en abandonar el BNC, solo teme por su proceso de legalización en el territorio norteamericano. El 12 de junio expiró su visa, pero según la ley, el metamorfoseado asilo político y el parole en su pasaporte allanarán el camino.
Jaime forma parte de una noticia que ha puesto en tela de juicio a la compañía de danza clásica más importante de la Isla. Ocho bailarines abandonaron el BNC en Puerto Rico y terminaron en los Estados Unidos, y sus declaraciones han sido el manjar de los medios de prensa internacionales.
Más de lo que hace tantos años acontece en la danza, el deporte, la música, la medicina cubana. Algunos llegan en silencio y permanecen siempre callados, otros no. Otros, quizás por voluntad propia o sutiles compromisos, develan públicamente las razones del acto.

Los ocho jóvenes, con la inocencia y el desparpajo de los 20, confesaron que en la compañía hay favoritismo, pésima preparación física y atención médica, mala dirección artística, bajos salarios, ausencia de autonomía para contratarse en una compañía extranjera y que en las giras acuden a excesivos sacrificios para regresar un poco de dinero a casa.

Es cierto, en el BNC hay algo por solucionar desde hace varias décadas. Un algo que se traduce en despedidas recurrentes y conlleva que muchos de sus bailarines, incluso los mejores, se marchen de la compañía. Yo alguna vez viví para la danza, y hasta hace muy poco, al igual que Yuris Nórido, me dolía en cada ausencia. Pero esa es otra historia.

La fuga de estos nueve muchachos, como todos saben, no es la primera y tampoco será la última. Pero hay en el abandono infinitos motivos. Y en algunos jóvenes, infinitos deseos de ver Cuba a lo lejos, aún cuando incluya el desarraigo.


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