Hace muy pocas semanas el presidente más irracional que ha
pasado por la Casa Blanca, Donald Trump, visitó el Muro de las lamentaciones en la
Ciudad Vieja de Jerusalén, un territorio Palestino ocupado por Israel.
Quizás el mandatario estadounidense ya avizoraba el arrastre
de errores que desde el inicio de su mandato comete uno tras otro y sabe que
tendrá mucho que lamentar. Pero el desliz realizado este viernes es uno de los
más garrafales en la política del gigante del norte.
En un discurso compasivo con algunos, muy pocos,
representantes de la más radical ultraderecha de Miami, Trump indicó revertir
un grupo de medidas aprobadas por el gobierno de Barack Obama para lograr
flexibilizar el cerco político a Cuba.
Lo más doloso del hecho es que insiste en ahogar al pueblo
de Cuba por medio del Bloqueo económico, comercial y financiero, una vieja
estrategia de la Guerra Fría.
Este viraje político, hecha por tierra un esfuerzo
inteligente de la otrora admiración, pero sobre todo demuestra la falta de seriedad
de una política de estado que supuestamente está guiada por un congreso y una
gruesa cámara de representantes y senadores.
No considero lógico, congruente y digno de un país que se
respete, asumir un cambio de política, que determina en las relaciones con
otros estados, de un día para otro. Más allá de un presidente se mueve un
cuerpo de asesores y figuras de apoyo que deben ayudar a que el gobierno
obtenga credibilidad y genere confianza en el pueblo.
Creo que Trump tendrá que volver muy pronto al Muro de las
lamentaciones. Las medidas adoptadas este viernes le ponen un casquete frío
sobre la cabeza, como esos trozos de hielos flotantes que se desprenden hoy por
la gracia de hombres como él, depredadores del medio ambiente y el equilibrio
humano.
Ya lo tenía claro: Trump es un hombre de muros, no
civilizado y cruel.
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