“Ustedes pueden estar seguros de que no me olvidaré de Holguín”. Esta frase encierra toda la importancia de aquel histórico discurso del 26 de febrero de 1959.
Desde el balcón de La Periquera, Fidel Castro, recién llegado de las montañas, le habló por primera vez públicamente a los holguineros.
A mi papá lo llevaron de niño a ver al revolucionario ese día, por eso el hecho me es familiar. Ya me habían contado del calor reinante y de la multitud que escuchó a su líder, uno que no se parecía a los auténticos, liberales o conservadores de la etapa neocolonial. Estaba al corriente de las promesas hechas por él, materializadas a lo largo de los años de Revolución.
Es difícil, al leer sus palabras, imaginarse tantas obras auguradas. Tantos problemas sociales resueltos, con la voluntad de tener una realidad más justa, donde desaparecieran el analfabetismo, el latifundismo, la mortalidad infantil e incluso la privatización de las playas. Más viniendo todos esos razonamientos de un hombre de origen privilegiado, cuyas tierras fueron las primeras en pasar a manos revolucionarias.
Creo que en Holguín se debe estudiar en todas las escuelas ese discurso, para poder aquilatar la magnitud de lo logrado, la diferencia entre el atraso pseudo-republicano y el Hospital Lenin y el Pediátrico, el IPVCE José Martí, la disponibilidad eléctrica, las sedes universitarias, las industrias diversificadas, los acueductos de los municipios del interior, el Trasvase Este-Oeste... Ningún holguinero puede estar ajeno a lo pronunciado por aquellas cuerdas vocales afectadas.
Y dicen que el barbudo rebelde sugirió que en la próxima oportunidad situaran la tribuna más cerca del auditorio, cara a cara con el pueblo, a fin de compartir estrechamente. Hasta un piropo le lanzó a la belleza femenina holguinera.
En ningún febrero se puede pasar por alto su jornada 26, porque desde La Periquera se dejó de creer en alcaldes, concejales o senadores. Obreros y campesinos, hombres y mujeres humildes de la patria, empezaban a encontrar dignidad en lo escuchado. La fe en lo tangible jamás había estado en la región nororiental.
(Tomado de Periódico Ahora)
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