Marta Abreu es la Benefactora de la ciudad de Santa Clara, donde se recuerda que en beneficio de los más pobres donó obras como el Teatro La Caridad, el sitio más emblemático de la cultura de la hoy llamada Ciudad de Marta y del Che.
Pero a Marta Abreu también la veneran por su patriotismo. Ese amor a Cuba que le hizo decir a Máximo Gómez que tan ilustre dama merecía el cargo de Generalísimo del Ejército Libertador que él ostentaba por su enorme contribución a la lucha por la independencia de su Patria.
Fue la mujer cubana que más dinero aportó en la Guerra Necesaria (1895-1898), y desde el exilio de París entregó más de 150 000 pesos a la causa independentista, bajo el pseudónimo de Ignacio Agramonte.
El historiador Manuel García Garófalo en Marta Abreu Arencibia y Luis Estévez Romero Estudio Biográfico, publicado en 1925, recoge una cita de la santaclareña que revela ese inmenso patriotismo: “Dejadme. Mi última peseta es para la Revolución. Y si hace falta más y se acaba el dinero, venderé mis propiedades, y si se acaban también, mis prendas irán a la casa de venta, y si todo eso fuera poco, nos iríamos nosotros a pedir limosnas para ello y viviríamos felices, porque lo haríamos por la libertad de Cuba”.
Su esposo, Luis Estévez Romero, le acompañó en todas estas encomiendas benéficas y revolucionarias. Hombre de profunda cultura e inteligencia fue un organizador innato. Si Marta dispuso de su enorme fortuna en función de los pobres de Santa Clara, el abogado matancero le imprimió su sello a cada una.
Minuciosamente llevó las cuentas y veló para que la calidad de los trabajos fuera óptima. A lo que unió una rigurosidad legal para que quedaran bien establecidas las normas que debían guiar el buen funcionamiento de los centros que se erigían en bien de la sociedad.
Durante el primer gobierno interventor (1899-1902) se desempeñó como Secretario de Justicia. Electo vicepresidente de la República de Cuba el 20 de mayo de 1902, renunció en 1905 por oponerse a la reelección de Tomás Estrada Palma.
Hoy, son muy pocos conocidos estos hechos, y aún más desconocido resulta el inmenso amor que los unió en vida, los obstáculos que venció Marta para que su familia le permitiera casarse con un hombre de menor caudal económico y más joven que ella, así como el acto sublime de Luis Estévez ante la pérdida física de su amada.
Son hechos que valen recordar en el Día del Amor y la Amistad.
OVIAZGO Y MATRIMONIO
Marta de los Ángeles Abreu Arencibia nació en Santa Clara el 13 de noviembre de 1845 y fue bautizada en su ciudad natal el 2 de enero del siguiente año. De cuna muy rica, sus contemporáneos la describen como una mujer de recia personalidad y bellos ojos verdes que le daban un conjunto de hermosura a su persona.
En 1869 su familia se traslada a La Habana. Por esos días, Luis Gonzaga Irene Estévez y Romero, nacido en Matanzas el 20 de octubre de 1849 en el seno de una familia que sin ser pobre no pertenecía a la rancia burguesía cubana, estudiaba Derecho en la Universidad de La Habana, de la cual se graduó en 1873.
Sus biógrafos cuentan que el joven estudiante se fue a vivir a una casa cercana a las calles Prado y Trocadero, donde residía la familia de Marta Abreu. Su diario circular por estas arterias hizo que ambos jóvenes se conocieran y de esta amistad floreció un bello romance que perduraría hasta la muerte.
Nada fácil resultó el noviazgo de Marta y Luis. Los padres de ella se oponían dada la desigualdad económica entre ambas familias y por ser él cuatro años menor. Para impedir la relación enviaron a la hija para Santa Clara, a la casa de su tío Eduardo González Abreu. Sin embargo, el amor pudo más que los convencionalismos.
Hasta Santa Clara fue Luis Estévez tras la amada. Insistió y persistió hasta que finalmente logró el consentimiento del tío para unirse en matrimonio con Marta. La boda se efectuó el 6 de mayo de 1874, a pesar de que los padres de la novia no asistieron.
Para demostrar a sus suegros que no le interesaba la riqueza de ellos, Luis se llevó a Marta a vivir con él. De 1872 es una foto que le dedicara a quien fuera el único amor de su vida. Al dorso, puede leerse: “A mi eternamente adorada marta, el ángel de mi dicha, la dueña exclusiva de mi vida, mi bello ideal. Su futuro esposo, Luis. Junio del 1872”.
De esta unión nació, en 1875, Pedro Nolasco Julio Zenón Estévez Abreu, quien vino a reconciliar la familia. Luego tuvieron una niña, Cecilia, quien falleció meses después y fue sepultada en el cementerio de Colón.
La pareja y su hijo vivieron muchos de estos años en Santa Clara, donde Marta desarrolló su obra de beneficencia, con el apoyo incondicional de Luis. El Ayuntamiento de Santa Clara lo nombró el 15 de septiembre de 1885 Hijo Adoptivo. Nueve años después, el 4 de abril de 1894, el propio gobierno de la ciudad decidió cambiar el nombre de la calle de San Juan por el de Luis Estévez, que aún conserva.
En febrero de 1895, Marta Abreu de Estévez recibió enormes muestras del cariño de los santaclareños al dejar inaugurada la primera planta eléctrica de la ciudad, otra de sus obras benéficas, y en la misma fecha rechazó el título nobiliario de Condesa de Villaclara que se le quiso conferir por las autoridades españolas.
Por la simpatía de ambos a la causa independentista que había estallado el 24 de febrero de 1895, el matrimonio marchó a París, desde donde desarrolló una amplia labor a favor de su Patria. En 1898, tras una breve estancia en Estados Unidos, regresan a Cuba. Luis Estévez ocupa cargos en el primer gobierno interventor, y luego, a propuesta del generalísimo Máximo Gómez, se desempeña como Vicepresidente de la República entre 1902-1905.
MUERTE DE MARTA Y SUICIDIO DE LUIS
El 2 de enero de 1909 falleció en París Marta Abreu de Estévez a consecuencia de complicaciones derivadas de una operación de apendicitis. Tenía 63 años cumplidos. Fue enterrada de manera provisional en la tumba de su cuñado Joseph Grancher, en el cementerio de Montmartre.
Lo inesperado de la muerte dejó devastado a Luis Estévez. Cuentan que a partir de entonces vivió recluido en la casa y solo hacía una salida al día. El resto del tiempo se mostraba taciturno y callado, con la tristeza del alma reflejada en el rostro.
En la biografía Marta Abreu: una mujer comprendida, de Pánfilo D. Camacho, se narran esos días oscuros en la vida de Luis Estévez: “Todos los días, sin embargo, se ve salir a Don Luis a la misma hora. Al cabo de algún tiempo regresa lleno de pesadumbre y se recoge en su habitación. Pronto se averigua que diariamente el coche que toma lo lleva hasta el Cementerio de Montmartre. El viejo cochero, testigo de las sucesivas escenas de dolor a que asiste, dice que su asiduo cliente llora largos sollozos sobre las flores que deposita en el mausoleo en cada visita que hace”.
Para quien ha perdido la brújula y motor de su vida, el dolor le resulta insoportable. El 4 de febrero de 1909, al regreso de uno de esos viajes habituales a la tumba de su idolatrada esposa, se encierra en su despacho y, con un disparo de revólver, puso fin a su existencia.
Al siguiente día es enterrado junto al amor de su vida. Luego, su hijo trasladaría los restos de ambos a una tumba que mandó expresamente a construir en la entrada del viejo cementerio parisino. En la lápida puso el apellido Estévez.
El 20 de febrero de 1920, los despojos mortales de los amantísimos esposos llegaron a Cuba a bordo del vapor Flandres. Desde entonces, ambos descansan en la tumba de la familia Abreu Arencibia, de la Necrópolis de Colón.
Como bien afirma Pánfilo D. Camacho, el biógrafo citado: “(…) Marta tuvo la rara suerte que muy pocas mujeres alcanzan de ser comprendida y amada fervientemente por un hombre que hasta llegó a renunciar al resto de su vida cuando le faltó la presencia de la esposa que idolatraba y por los hijos de su villa natal sobre quienes había derramado a torrentes su bondad y su riqueza”.
Tomado de Cubahora.
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