Los “Cinco Ojos” y la red Echelon


Siempre, permanentemente, te vigilan estos ojos inquisidores, en tu casa o en la calle, en el trabajo o en el bar, de noche y de día: no hay ninguna intimidad posible.
                        George Orwell 1984

Hace quince años, y en nombre de la “necesaria protección” a la población, el arsenal de medidas de control y vigilancia, que desde la Segunda Guerra Mundial no había dejado de reforzarse, explotó literalmente.

Todo comienza en la primavera de 1941, en pleno conflicto mundial. Para penetrar en el secreto de la célebre máquina alemana de codificación Enigma[1], considerada inviolable, los Estados Unidos y el Reino Unido deciden sellar una alianza SIGINT[2] y cooperar en materia de información. Intercambian sus protocolos de recogida de información, comparten sus códigos, y unifican su terminología. Los analistas estadounidenses, que acababan de descifrar el código japonés PURPLE, transmiten a Londres sus técnicas y conocimientos[3]. Estadounidenses y británicos se ponen también de acuerdo sobre la forma de gestionar las informaciones recogidas y las telecomunicaciones interceptadas por todos los medios posibles (radio, radar, cable, etc.).

Gracias a esta colaboración, los servicios militares de información estadounidenses y, sobre todo, el equipo de criptógrafos británicos agrupados alrededor de Alan Turing en Bletchey Park (Buckinghamshire), consiguen por fin, en 1942, romper el código Enigma[4]. Los dos países firman entonces, marzo de 1943, el acuerdo BRUSA, que pone las primeras bases de un sistema mundial de vigilancia masiva y de interceptación de las telecomunicaciones, en estrecha relación con las principales industrias de la comunicación.

Los acuerdos UKUSA


Acaba la guerra, y con objeto de seguir espiando las comunicaciones en todo el mundo, son los británicos quienes defienden mantener la alianza con Washington, a la que desean incorporar a Canadá, Australia y Nueva Zelanda. A partir de septiembre de 1945, el presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, acepta entablar negociaciones secretas para crear,en tiempos de paz, una alianza SIGINT entre todos estos países. En marzo de 1946, en vísperas de la Guerra Fría, y con el fin de espiar a la Unión Soviética y a sus aliados, se firmó el importante y ultrasecreto acuerdo UKUSA[5] entre los servicios de información de cinco países anglosajones: la agencia precursora de la National Security Agency (NSA)[6], situada en Fort Meade (Maryland, Estados Unidos); el Government Communications Headquarters (GCHQ), ubicado en Cheltenham, Inglaterra; el Defense Signal Directorate (DSD), con base en Kingston (Australia); el Communication Security Establishment (CSE), instalado en Ottawa (Canadá); y el Government Communications Security Bureau (GCBS), con sede en Wellington (Nueva Zelanda). Esta alianza, también conocida como la de los Five Eyes (Cinco Ojos), es históricamente la primera colaboración internacional oficial –aunque secreta— en materia de vigilancia de las comunicaciones mundiales. Durante toda la Guerra Fría (1948-1989), las interceptaciones internacionales alcanzarán unos niveles y una calidad desconocidos hasta entonces.

En el plano interior, durante el periodo macartista de la “caza de brujas”, el Federal Bureau of Investigation (FBI) de John Edgar Hoover[7] no dudó en violar la correspondencia, en escuchar de manera ilícita las conversaciones telefónicas y en colocar micros en los domicilios de las personas sospechosas de ser comunistas, homosexuales o de simplemente no adherirse a la política del gobierno estadounidense, entre las cuales se encontraban grandes escritores y artistas, como Ernest Hemingway, John Steinbeck, Norman Mailer, Pete Seeger o Gabriel García Márquez[8]. Todo ello sin autorización judicial.

“Como un ladrón silencioso…”


A comienzos de la década de 1950, y en el marco de los acuerdos UKUSA, los cinco países signatarios[9] deciden, con total sigilo, poner en marcha la red Echelon, un sistema mundial de interceptación de comunicaciones privadas y públicas que ha permanecido desconocido para la opinión pública durante más de cuarenta años[10].

Echelon es el resultado de una decisión política. Se trata de una red mundial formada por decenas de satélites-espía y de potentes bases de escucha diseminadas por todo el mundo[11]. Todavía hoy puede “escuchar” los cables submarinos de fibra óptica, y puede interceptar las conversaciones telefónicas, los fax, los SMS, los emails… Con ayuda de ordenadores supereficientes, sus innumerables agentes están en condiciones de seleccionar y ordenar todas estas comunicaciones mediante algunas palabras-clave que se utilizan en los intercambios escritos, y, a través del tono de voz, incluso en los diálogos orales.

Esta formidable máquina de control, creada en secreto después de la Segunda Guerra Mundial por cinco potencias anglosajonas -los Five Eyes-, extiende su red sobre todo el planeta conectándose a los satélites y cables que canalizan la mayor parte de las comunicaciones del mundo[12]. Echelon puede registrar hasta dos millones de conversaciones por minuto… Su principal misión consiste en espiar a los gobiernos (amigos o enemigos), a los partidos políticos, los sindicatos, los movimientos sociales y las empresas. Una quincena de grandes bases repartidas por todo el mundo interceptan las comunicaciones que los superpotentes ordenadores de la NSA “tamizan” a continuación detectando palabras concretas en varias lenguas[13].

En el marco de Echelon, los servicios de información estadounidenses y británicos han podido establecer una dilatada y secreta colaboración, lo cual ha dado lugar al más potente sistema de vigilancia del mundo, que se utiliza tanto para misiones militares como políticas y económicas. Las informaciones recogidas por Echelon son dirigidas y diseccionadas en el cuartel general de la NSA, no lejos de Washington. Allí, “tras impresionantes vallas metálicas electrificadas […], una nube de cerebros llevan a cabo actividades tan variadas como las de oficial superior en lenguaje SIGINT, analista de lenguajes, experto lingüísta-criptoanalista, experto en investigación lingüística, experto en criptoanálisis, ingeniero de criptoanálisis, criptoanalista cualificado de máquina, criptoanalista cualificado manual, experto en análisis de signos, programador, desarrollador, controlador de operaciones de recopilación, experto en conversaciones de signos, especialista en gestión de frecuencias de radio, matemático criptoanalista, analista de investigación, preparador en criptología, examinador del polígrafo, detector de mentiras de la CIA[14]”. Todos ellos criban, desde hace sesenta años, casi todas las comunicaciones del mundo”.

Echelon –escribe el novelista angloaustraliano Terry Hayes– no descansa nunca, no duerme jamás. Patrulla por el gran vacío del espacio sin tener necesidad de aire, de alimento, de confort; trabaja como un ladrón silencioso en los centros mundiales de fibra óptica, y pilota innumerables radomos[15] -manojos de pelotas de golf gigantes- en bases militares repartidas por todo el mundo. En resumen, Echelon, que escucha cada comunicación electrónica en la Tierra, es una vasta red electrónica de satélites tan secreta que ni siquiera los cinco países de lengua inglesa[16] que la crearon durante la Guerra Fría han reconocido su existencia.

Los miles de millones de octetos de datos que Echelon registra cada nanosegundo son cargados a distancia en una serie de superordenadores de entre los más rápidos del mundo (los Roadrunner, de IBM, enfriados por agua) situados en el cuartel general de la NSA, en Fort Meade, Maryland. Allí, programas ultrasecretos utilizan palabras-clave, frases-tipo, incluso -según informes también secretos- reconocimiento de voz, para extraer cualquier fragmento que merezca una investigación más exhaustiva[17].

¡Todos fichados!


Al final de la Guerra Fría se creyó que la voluntad política de espiar masivamente las comunicaciones se esfumaría. Pero, el auge de Internet en esa época, y las excepcionales facilidades que ofrecía la Red, lograron que venciera la decisión de proseguir y amplificar la vigilancia.

Desde 1994, una ley secreta –la Communications Assistance to Law Enforcement Act (CALEA)[18]—autoriza al gobierno de los Estados Unidos a escuchar las comunicaciones telefónicas privadas. Pero, para adaptarla a los progresos tecnológicos, y en especial a la evolución de Internet, el Congreso la modificó varias veces en sentido cada vez más intrusivo, especialmente en 2004 y 2006. De manera regular, a medida que cambiaba el uso de las comunicaciones, las agencias federales estadounidenses presionaron a las empresas de Internet y al Congreso para lograr nuevas adaptaciones de la ley en materia de vigilancia y espionaje.

Por ejemplo, en noviembre de 2010, el director del FBI, Robert S. Mueller, acudió a Silicon Valley para reunirse con los directivos de Google y de Facebook, y convencerles de que autorizaran la instalación de sistemas que permitieran al FBI interceptar y descifrar los mensajes de todos los clientes de estas dos empresas globales. El FBI quería convencerlos también para que impusieran a sus filiales en el extranjero la obligación de desviar todas sus comunicaciones hacia los servidores instalados en los Estados Unidos, donde serían analizadas, antes de reencaminarlas a su destino final[19].

La voluntad de control se extiende también a los europeos que viajan en avión a los Estados Unidos. En virtud de un acuerdo entre la Unión Europea y las autoridades federales estadounidenses, algunas informaciones personales son entregadas por la compañía aérea a las aduanas de los Estados Unidos sin el consentimiento del viajero [20]. Antes incluso de que el viajero entre en el avión, las autoridades de los Estados Unidos conocen su nombre, apellidos, edad, domicilio, número de pasaporte y de tarjeta de crédito, su estado de salud, sus preferencias alimentarias (que pueden reflejar su religión), sus viajes anteriores, etcétera.

Estas informaciones se pasan por un filtro llamado CAPPS (Computer Assisted Passenger Pre-Screeing, o Sistema de control preventivo asistido por ordenador) para detectar eventuales sospechosos. Cruzando la identidad de cada viajero con las informaciones de los servicios policiales, del Departamento de Estado, del Ministerio de Justicia y de los ficheros de los bancos, CAPPS evalúa el grado de peligrosidad del pasajero y le asigna un código de color: verde para los inofensivos, amarillo para los casos dudosos, y rojo para aquellos a los que se impedirá subir al avión. El programa de seguridad de fronteras autoriza a los agentes de aduanas para que fotografíen a todos los viajeros que entran a los Estados Unidos y tomen sus huellas digitales. Si el visitante es musulmán u originario de Oriente Próximo, se le atribuye de oficio el código amarillo como sospechoso.

Los latinoamericanos también están en el punto de mira. Se ha sabido que 65 millones de mejicanos, 31 millones de colombianos y 18 millones de centroamericanos estaban fichados en los Estados Unidos sin que ellos lo supieran. En cada ficha figuran la fecha y el lugar de nacimiento, el sexo, la identidad de los padres, una descripción física, el estado civil, el número de pasaporte y la profesión que declararon. A menudo, estos ficheros recogen otras informaciones confidenciales, como las direcciones personales, los números de teléfono, de la cuenta bancaria y de la matrícula del vehículo. También consignan las huellas digitales. Todos los latinoamericanos están avocados a que Washington los etiquete poco a poco.

¿Un mundo más seguro?


“El objetivo es instaurar un mundo más seguro. Es necesario estar informado sobre el riesgo que representan las personas que entran en nuestro país”, afirmó James lee, uno de los responsables de ChoicePoint, la empresa que compró estos ficheros para revenderlos a las autoridades estadounidenses[21]. En efecto, la ley prohíbe a la Administración de los Estados Unidos almacenar informaciones personales, pero no prohíbe que le pida a una empresa privada que lo haga por ella…

Instalada cerca de Atlanta, ChoicePoint[22] no es una empresa desconocida. En el año 2000, durante el escrutinio presidencial en Florida, su filial Database Technologies (DBT) fue contratada por el gobernador del Estado para reorganizar sus listas electorales. Resultado: millares de personas (especialmente afroamericanos y pobres, que suelen votar a los demócratas) fueron privados de su derecho al voto, lo cual modificó el resultado del escrutinio, que ganó el conservador George W. Bush por sólo 537 votos de ventaja sobre el demócrata Al Gore… Hay que recordar que esta victoria permitió a G. W. Bush acceder a la presidencia por primera vez[23].

Los extranjeros no son el único objeto de la creciente vigilancia en los Estados Unidos. Los ciudadanos estadounidenses tampoco escapan a esta paranoia. Como se ha visto, los nuevos controles que autoriza la Patriot Act han cuestionado la vida privada y el secreto de la correspondencia. Los investigadores pueden acceder a las informaciones personales de los ciudadanos sin mandato de registro. El FBI puede pedir a las bibliotecas que le proporcionen la lista de los libros y de las páginas web consultados por sus abonados para trazar, a partir de estos datos, un “perfil intelectual” de cada lector[24]…

Total Information Awareness


Pero el más delirante de todos los proyectos de espionaje masivo ilegal es el que elaboró el Pentágono con el nombre de Total Information Awareness (TIA), sistema de vigilancia total de las informaciones[25], encargado al general John Pointdexter (que fue condenado en los años 1980 por haber sido el instigador del caso Iran-Contra o Irangate[26]). El proyecto consiste en recopilar una media de cuarenta páginas de información sobre cada uno de los siete mil millones de habitantes del planeta, y en confiar su tratamiento a una batería de hiperordenadores.

Con el procesamiento de todos los datos personales disponibles -pagos con tarjeta de crédito, suscripciones a medios de comunicación, movimientos bancarios, llamadas telefónicas, consultas en Internet, correos electrónicos, redes sociales, informes médicos, ficheros policiales, informes de aseguradoras, listados de compañías aéreas, informaciones de la Seguridad social, etc.-, el Pentágono piensa fijar la trazabilidad completa de cada persona viva sobre la Tierra. Oficialmente, se ha abandonado este proyecto totalitario; pero, en realidad, todos sus objetivos se mantienen clandestinamente, y una de las misiones actuales de la NSA es llevarlos a término[27].

Igual que en la película Minority Report[28], las autoridades creen que de este modo podrán prevenir los delitos antes de que se cometan: “habrá menos vida privada pero más seguridad, afirma John. L. Petersen, presidente del Arlington Institute[29]; gracias a la interconexión de todas las informaciones que os atañen podremos anticipar el futuro. Mañana sabremos todo de vosotros[30]”.

(Tomado de Cubadebate)


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